- Lugar: Espai Volart, Barcelona.
- Fechas: Del 23 de enero al 13 de abril 2014
- Exposición: «Buscar en tierra de nadie»
- Info: Comisariada por Glòria Bosch, la exposición contempla pinturas, esculturas y dibujos de nueva creación.
Buscar en tierra de nadie
He reunido para esta exposición diferentes piezas creadas en períodos anteriores, que generan y explican el trabajo actual.
La mayoría no han sido mostradas antes en Barcelona. Todas ellas giran en torno a unos temas centrales que han focalizado mi trabajo de los últimos seis años.
El punto de partida es el conjunto de esculturas creadas entre los años 2008 y 2011 para una gran instalación que titulé «El final de las apariencias». Este grupo de esculturas creadas a partir de la propia pintura moldeada y seca, era una alegoría del final del uso artificioso de la pintura, convirtiéndola a ella misma en el elemento creador de los objetos en lugar de ser la materia usada para representarlos. A la vez, la instalación era también una metáfora sobre la vivencia de la fragilidad y el deterioro del presente, del espanto del tiempo, plasmada en un grupo de volúmenes que, por su aspecto quebradizo, resultaban para mí un desafío en el terreno de las tres dimensiones.
Aquí se muestran tres piezas que, aunque creadas casi en el mismo período, no formaban parte de ese conjunto. La primera es la gran caja fuerte que nos abre sus pesadas puertas como el vientre abierto de un gigante herido mostrando sus entrañas en deterioro. Esta escultura que, a diferencia de la instalación, es una obra en sí misma, va completada con un dibujo muy denso de intenso análisis formal que fue realizado en 2012 y que se muestra por gentileza de un coleccionista privado. El segundo es el conjunto de una pesada mesa y su silla dañada que fue mostrado en Berlín en 2011. Se acompañan con el dibujo Mesa negra realizado un poco antes a partir de la mesa real que dio origen a la escultura.
Algunos de esos dibujos están realizados casi al mismo tiempo que las esculturas como parte del ejercicio de crearlos. Otros son consecuencia de las esculturas y constituían para mí un modo de recuperar el trabajo sobre las dos dimensiones, algo que nunca había pretendido abandonar.
Transcurrido el período de las esculturas, muchos de los objetos creados han permanecido en mi estudio desde entonces como presencias silenciosas, entre las que durante meses he estado paseándome como entre los árboles de un bosque semidestruido afectado por una enfermedad extraña. Su presencia espectral reverberando a la luz de los focos se ha plasmado otra vez en algunas de las nuevas pinturas.
En cuanto a los dibujos en papel vegetal he reunido ejemplos diferentes que tampoco se han mostrado en la ciudad. El primero y más intenso es Blancos de luz de plomo cedido por la Fundación Sorigué para esta exposición. La obra nos devuelve a la descripción de las atmósferas densas en las que el objeto central es la propia luz y en las que la composición se desarrolla en un espacio coherente.
A continuación se muestran algunos pequeños formatos pertenecientes al grupo de «El final de las apariencias» y, de nuevo en gran formato, el dibujo en tres piezas «Transferencia y amenaza», propiedad de Laboratorios Salvat, que pertenece a un período de alejamiento del espacio óptico y de preponderancia de la descripción lineal. El trazo preciso y delicado sobre el blanco del papel le convierte en algo así como en un mapa de formas que alterna la visión más lineal y analítica con la calidad sensible del gris difuminado. Esta idea del mapa se hace aún más patente en el dibujo titulado precisamente Mapa de formas, una serie de estudios anatómicos en los que la forma se reparte aleatoriamente sobre el espacio plano como en un baile de movimientos.
Otros dibujos de figura de tamaño menor acompañan a esta pieza para reforzar la presencia humana en la muestra.
El trabajo desarrollado en los dibujos más construidos y atmosféricos se basaba en el uso de capas sucesivas de materia sobre el papel que secaban lentamente hasta adquirir, a pesar de su escasa textura, una densidad casi pictórica. Tal vez fue eso lo que me llevó a buscar esas mismas sensaciones con el color y a tratarlo de una forma muy distinta a como lo había hecho hasta entonces.
Yo había practicado largamente en mis años de formación los procedimientos y las técnicas mixtas creadas en períodos históricos justamente anteriores a la aparición del óleo como la gran técnica hegemónica europea, de modo que estaba familiarizado con las finas texturas de colores luminosos y aspecto casi inmaterial de la pintura al temple y que había trasladado, aplicando diferentes soluciones, a mi propio trabajo.
Ahora, nuevamente, volvía al terreno de las grandes preparaciones de fondo de color pero aplicándolos en grandes manchas que presentaban irregularidades y roturas para alterar la sensación de espacio óptico en la obra y como revelando el artificio material de la propia pintura. Sin pretenderlo había acabado en un lugar similar al de «El final de las apariencias», mostrando como la pintura es sólo materia o revelando que el juego de la ilusión de la forma tiene en esencia una cualidad material.
La pintura Azul rasgado es una de esas experiencias en la que el fondo de color es, en sí mismo, un protagonista de la obra, un motivo pictórico y también un espacio en el que se desarrolla el juego de las formas.
La mesa de plata se levanta como un prisma geométrico sobre un color con insinuaciones de espacio. Toda la forma está descrita sin insistir, casi como un dibujo con ciertas partes más densas, pero nunca exhaustivas, donde todo tiene un aire de cierta ligereza.
En la Pintura de los muebles de oro, los objetos se reparten densos pero incompletos. Las manchas doradas se rompen y fragmentan como un reflejo de los objetos representados, revelando su inmaterialidad.
La técnica insistente de añadir lentamente material sobre el soporte a partir de la observación deja un rastro de accidentes, rectificaciones y gestos deliberados que muestran los errores y las tentativas, como también la visión sostenida y luminosa que atrapa la mirada del observador.
Hay algo tembloroso y frágil, algo sensitivo y específico en la creación manual que, al contrastarla con las imágenes obtenidas por medios técnicos, la hace, en mi opinión, más sólida y perdurable, tal vez porque contiene una parte de nosotros. El compromiso personal de entregarse a esa búsqueda se convierte, producto de la obsesión, en un viaje por un territorio inhóspito para el que no hay mapas trazados, sólo el asombro que surge de cada nuevo intento de crear.
Julio Vaquero
Barcelona, noviembre de 2013